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A noite de San Xoán en Tui

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Esta noite de San Xoán é unha das datas con máis significacións do calendario anual. Nesta xornada se mesturan tradicións ancestrais que seguen evolucionando consonte os novos ritmos sociais e a propia evolución da nosa sociedade.


Nas festas tradicionais atopamos dous elementos: dinamismo e complexidade. Dinamismo por que nestas festividades, aínda que se chaman tradicionais existe un permanente cambio ao longo dos tempos. Complexidade por que nestas celebracións confluen numerosas manifestacións culturais: identificativas, relixiosas, lúdicas, estéticas, etc.

Pero, con todo, esta xornada segue a concentrar un inxente acervo da nosa cultura popular que se transforma e muda pero sen desaparecer.

Reproducimos un delicioso artigo publicado no xornal “Faro de Vigo” no ano 1954 polo cronista tudense, Manuel Fernández-Valdés Costas que recolle as tradicións que hai agora 70 anos existían arredor desta festividade e comprobaremos a evolución desta festa onde desaparecen costumes, outras se manteñen e se incorporan novos rituais, como, por exemplo, as “sardiñadas” descoñecidas naqueles tempos.

Manuel Fernández-Valdés é unha referencia básica para achegarmonos ao coñecemento do patrimonio cultural intanxible de Tui. Son numerosos os seus artigos e traballos sobre a etnografía da nosa contorna, feitos sempre con rigor e recollendo datos e costume, moitas delas hoxe desaparecidas ou transformadas. Os traballos de Fernández-Valdés ocupan numerosos posts deste blog e mesmo unha achega a súa biografía e traxectoria (http://tudensia.blogspot.com/2018/02/manuel-fernandez-valdes-costas-unha.html ).

Hoxe ás celebracións arredor desta noite de san Xoán seguen gozando, na nosa contorna, de amplo seguimento e forza, expresando a vitalidade da nosa cultura popular que conserva e transforma as tradicións herdadas dos nosos devanceiros e que expresan de xeito nitido a nosa identidade colectiva.


NOCHE DE SAN JUAN

 

Todos los pueblos, en todos los tiempos, celebraron con distintos ritos el solsticio de verano cuando el sol llega a su mayor elevación sobre el horizonte.

El es triunfo del padre Sol. Son elementos de este rito el agua y el fuego.

Esta fiesta de origen pagano fue perseguida duramente por la Iglesia. En el Concilio de Constantinopla prohibió las hogueras, que son su manifestación más universal. San Eloy, en el concilio de Noyon, decía en el siglo VII: “Que nadie en la fiesta de Sam Juan celebre los solsticios por danzas y cantos diabólicos. Que nadie haga lustraciones (rociar con agua lustral, etc.)”.

La Iglesia en la imposibilidad de desarraigar totalmente estas prácticas, trató de encauzarlas bajo un símbolo religioso, y hoy el culto de San Juan y el solsticio de verano están de tal modo enlazados que no hay más que una fiesta: la de San Juan, aunque con reminiscencias paganas, cada vez más reducidas.

En Tuy, como en todas partes, se conjugaban ambos elementos tan opuestos: el agua y el fuego. La gente joven corría a beber agua de las nueve fuentes, para preservarse del bocio; había quien se bañaba en el Miño, al filo de las doce de la noche. Las novias conocían la profesión de sus futuros novios abriendo un huevo de gallina negra en un vaso de agua fría, a las doce de la noche. El agua lustral se preparaba dejando en maceración en agua, toda la noche, al sereno, hierbas olorosas como espliego, romero, tomillo, hierba luisa, etcétera, y por la mañana se practicaban abluciones rituales con este brevaje. Así evitaban enfermedades de la piel, principalmente la sarna.

El rito del fuego tenía su principal manifestación en las hogueras –“cachelas”-, alrededor de las cuales bailaban mozos y mozas y saltaban sobre las llamas.

Se han dado muchas explicaciones sobre el origen de esta práctica. Algunos la creen reminiscencias de ritos prehistóricos y de ceremonias de adoración del fuego. En rigor se trata de un acto de purificación. El fuego fue siempre considerado como el elemento purificador por excelencia. Ovidio en sus “Fastos” ya habla de este rito.  Dice que, al fundarse Roma, antes de trasladarse a la nueva ciudad, mandó Rómulo encender fuegos delante de las tiendas e hizo saltar al pueblo sobre las llamas para purificarse.

Al culto solar, tan relacionado con el fuego, corresponde la costumbre de ver bailar al sol en la madrugada de San Juan, mirándolo a través de una “peneira”.

En honor a San Juan se hacían grandes altares, algunos con dosel y con un simulacro de jardín delante, en el que un surtidor hacía las delicias de los niños. Estos altares no desaparecieron totalmente, pero quedaron reducidos a su más simple expresión. En la plazuela del Placer se hacía un altar con pretensiones, y se iluminaba toda la plaza con faroles de colores; y amenizada por una gaita se organizaba una animada verbena de barrio.

La fórmula petitoria en los altares es: “¡Alumbrar a San Juan Bautista!” En Gerona iban los mozos con un carro pidiendo de puerta en puerta: “¡Para las hogueras de San Juan!” Y recogían leña, muebles viejos y otros combustibles. Este paralelismo nos hace suponer que las luces de San Juan son un eco de las hogueras paganas.

Esta noche anda suelto el demonio. Lo mismo ocurre en Nochebuena, solsticio de invierno.

Era noche de gamberrismo, como se dice ahora. Las gentes subían del río, después de medianoche, y mientras unos grupos cantaban:

                              “¡A coller o trebole

                              na noite de San Xoán!”

otros cometían toda clase de desafueros arrastrando los bancos del Paseo del Campo de la Feria o cambiando las muestras de las casas comerciales.

Y una vez, una mañana de San Juan, vieron atónitos, los madrugadores, la gran chistera que anunciaba la sombrerería de Medina en el centro del palco de la música y en un acreditado comercio de la Corredera una muestra que decía “Profesora en partos”.

Manuel Fernández-Valdés Costas

Faro de Vigo, xoves 24 de xuño de 1954.


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